Los videojuegos son uno de los principales referentes de la iconosfera contemporánea. A nadie escapa su potencia visual, ni su creciente influencia cultural.
Pero además, los videojuegos constituyen el último exponente de una de las más arraigadas tradiciones de la cultura occidental, la concepción de la imagen como imitación de la realidad, como réplica del mundo.
Ahora que las artes visuales han renunciado casi por completo a este aspecto, la obsesión de los videojuegos por crear entornos cada vez más realistas, resulta especialmente significativa.
Un ejemplo de ello es Kuma War, videojuego creado por Reality Games, en el que el realismo habitual en los “game war” se extiende a las situaciones desarrolladas en el juego. Básicamente se trata de un “First Person Shooter”, que ofrece actualizaciones continuas basadas en acontecimientos reales (la mayoría de ellos relacionados con la Guerra de Irak). En Kuma War el jugador puede participar en la toma de Fallujah, en la batalla de Mosul o en la captura de Saddam en su refugio subterráneo.
La frecuencia de estas actualizaciones hace que el jugador tome parte de la acción casi al mismo tiempo que lo hacen los combatientes en Irak. Las imágenes reales, difundidas por los medios, se confunden con las imágenes del propio videojuego y con ellas también lo hacen sus significados. Los límites entre ficción y realidad desaparecen y los sucesos que ocurren en las calles de Iraq se converten en ocio interactivo.
Baudrillard, que tanto ha reflexionado acerca de la cultura de la simulación, se refirió en su libro El Crimen Perfecto a este tipo de situaciones en estos términos:
"Vivimos en un mundo en que la más alta función del símbolo es la de hacer desaparecer la realidad y la de enmascarar al mismo tiempo esta desaparición"
Lo aparente sustituye a lo real. Los acontecimientos que nos rodean, se interpretan como representaciones. Cualquier posicionamiento resulta innecesario.
Pero además, los videojuegos constituyen el último exponente de una de las más arraigadas tradiciones de la cultura occidental, la concepción de la imagen como imitación de la realidad, como réplica del mundo.
Ahora que las artes visuales han renunciado casi por completo a este aspecto, la obsesión de los videojuegos por crear entornos cada vez más realistas, resulta especialmente significativa.
Un ejemplo de ello es Kuma War, videojuego creado por Reality Games, en el que el realismo habitual en los “game war” se extiende a las situaciones desarrolladas en el juego. Básicamente se trata de un “First Person Shooter”, que ofrece actualizaciones continuas basadas en acontecimientos reales (la mayoría de ellos relacionados con la Guerra de Irak). En Kuma War el jugador puede participar en la toma de Fallujah, en la batalla de Mosul o en la captura de Saddam en su refugio subterráneo.
La frecuencia de estas actualizaciones hace que el jugador tome parte de la acción casi al mismo tiempo que lo hacen los combatientes en Irak. Las imágenes reales, difundidas por los medios, se confunden con las imágenes del propio videojuego y con ellas también lo hacen sus significados. Los límites entre ficción y realidad desaparecen y los sucesos que ocurren en las calles de Iraq se converten en ocio interactivo.
Baudrillard, que tanto ha reflexionado acerca de la cultura de la simulación, se refirió en su libro El Crimen Perfecto a este tipo de situaciones en estos términos:
"Vivimos en un mundo en que la más alta función del símbolo es la de hacer desaparecer la realidad y la de enmascarar al mismo tiempo esta desaparición"
Lo aparente sustituye a lo real. Los acontecimientos que nos rodean, se interpretan como representaciones. Cualquier posicionamiento resulta innecesario.
Etiquetas: imagen, videojuegos
1 Comentarios
Parece que no has tenido un buen fin de semana. Negro futuro nos presentas...
Besos