El protagonismo de la imagen en la comunicación política, conduce irremisiblemente a la estetización de la vida política y de los elementos que la rodean. En la práctica, esto implica un modo de entender la política y el ejercicio del poder basado en la representación, en el espectáculo.
Ante la representación, todos nos convertimos en espectadores. Hoy los ciudadanos asistimos pasivamente al espectáculo del poder, que convenientemente ritualizado, se (re)presenta vacío y completamente alejado de nuestra experiencia y nuestros intereses.
Este aspecto, está muy presente en la instrumentalización de la imagen en los sistemas totalitarios, empezando por aquellos que arrasaron Europa a partir de los años 30 del siglo pasado. A través de la estetización de la política estos sistemas favorecieron el establecimiento de una masa social homogénea, cohesionada a través de las imágenes y que encontraba su sentido al proyectarse en la figura del líder. De hecho, el culto al líder y la estetización del poder son dos de sus principales señas de identidad.
Este esquema, dulcificado, democratizado, prevalece en la comunicación política actual casi como un atavismo. El bombardeo publicitario con la imagen del candidato, es a día de hoy, uno de los recursos que no puede faltar en ninguna campaña electoral. Sin embargo, muchas cosas han cambiado en nuestra sociedad desde los años 30, y la cohesión que generaba entonces la imagen del lider, puede convertirse hoy en algo muy distinto.
Hoy, es difícil no sonrojarse ante los políticos, que en todas las democracias del mundo, se plantan sin el menor pudor ante sus demesurados retratos para hacerse autobombo. Los enormes rostros de los candidatos, repetidos hasta el hartazgo en carteles y pantallas, ya no impresionan a casi nadie.
Los ciudadanos buscamos nuevas formas de liderazgo, menos vinculadas a lo mediático y más relacionadas con la coherencia y la eficacia. Nada como el enorme rostro del candidato en un cartel electoral, es tan apetecible para los amantes de pintar bigotes en las fotos. Lo que hace años provocaba un sentimiento casi reverencial, muy pronto solo causará risa.
Etiquetas: Comunicación política, iconoclastas, imagen, videocracia
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