Norman Foster. Crystal Island. Moscú
En su número de Junio- Julio de 2008, la edición española de la revista FP publica un artículo de Richard Lacayo titulado La arquitectura de la autocracia. En él se analiza la predilección de los grandes arquitectos por construir en países que desprecían la democracia y los derechos humanos.
Lacayo subraya como, aunque la arquitectura siempre ha sido uno de los pricipales vehículos de expresión del poder, actualmente los autocratas prefieren la arquitectura moderna al tradicional clasicismo megalómano que fascinaba a Hitler y Stalin.
Hoy los grandes proyectos de Foster, Rem Koolhaas, Nouvel, Gehry o Zaha Hadid se construyen en Rusia, China y los Estados del golfo Pérsico. Países en los que es posible disponer de enormes presupuestos, sin tener que rendir cuentas a comisiones de control, ni elaborar pesados informes de impacto ambiental.
Solo en países poco escrupulosos en materia de derechos humanos, es posible disponer de mano de obra esclava, que materialice en poco tiempo los sueños del arquitecto y del jerarca de turno, sin levantar siquiera la voz.
Rem Koolhass. Waterfront City. Dubai. Atención al homenaje de Koolhaas a la Estrella de la Muerte.
Los grandes estudios de arquitectura, encuentran ahora el capitalismo democrático del que nacieron, demasiado limitado. Sus proyectos encajan mal las críticas de la sociedad civil y su gusto por las proporciones colosales, es incompatible con el precio del metro cuadrado en Nueva York, Tokio, Hamburgo o París.
Sin embargo, una mirada a la Historía debería alertar a los grandes gurús de la arquitectura contemporánea. La relación entre arquitectura y poder, es por lo general muy desigual. El poder siempre ha sacado mucho más partido de la arquitectura, del que ella nunca podría aspirar a obtener de él. Las ciudades soñadas desde el poder, terminan por convertirse en pesadillas y los arquitectos, una vez cobrado el cheque, suelen quedar sepultados por la sombra del tirano.
Zaha Zaid. Expocenter. Moscú
A la luz del artículo, parece imprescidible que nuestros arquitectos relean las Memorías de Albert Speer o sus Conversaciones con Joachim Fest. En estos libros, Speer explica, con la elegancia propia de todo buen arquitecto, como se empieza frecuentando ciertas amistades y se termina pasando 20 años en una celda de Spandau... o de Beijing. Etiquetas: arquitectura, arte, caricatura, Comunicación política, iconosfera, inferno, propaganda, simulacro, videocracia
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