Francis Bacon vivió y trabajó en el
7 de Reece Mews en
Londres, desde 1961 hasta su muerte en 1992. Allí se levanta un edificio de aspecto vagamente industrial, adosado en mitad de una hilera de casas semejantes a él. Es una construcción pequeña y anodina que pasa desapercibida en el paisaje londinense.
Al acceder a su interior, una empinada escalera de madera nos conduce hasta una puerta entreabierta completamente embadurnada de pintura. Tras ella, nos aguarda una habitación sumida en el desorden absoluto. Cientos de pinceles y tubos de pintura pisoteados, recortes de periódicos, fotografías arrugadas, latas, botellas vacías de vino, champán y trementina, sprays, ropa hecha jirones, un sinnúmero de rodillos esponjas y toda clase de basura, se amontonan en esta habitación imposible.

El propio
Bacon dijo de este espacio,
"Me siento en casa entre este caos, porque el caos me sugiere imágenes". De hecho, aunque en ocasiones buscaba espacios más amplios para trabajar, siempre regresaba a su abigarrado santuario.

Tras la muerte de
Bacon,
John Edwards, su único heredero, donó todo el contenido del taller de
Reece Mews a la
Hugh Lane Gallery de
Dublín. Durante más de
tres años un equipo de
10 arqueólogos y conservadores tomó nota de la posición exacta de cada objeto, lo trasladó a Dublín y lo
reconstruyó conservando cada uno de los detalles del caos original. La parte más compleja del proceso, consistió en trasladar las paredes sobre las que el pintor mezclaba la pintura directamente.

Más de
7000 objetos fueron catalogados en una base de datos especialmente diseñada para la ocasión. En ella hay clasificados
570 libros y catálogos,
1500 fotografías,
100 lienzos,
1300 hojas arrancadas de libros,
2000 restos de material y herramientas de pintura y
70 dibujos. Otras categorías incluyen fragmentos de la correspondencia del artista, revistas y períodicos viejos y algunos discos de vinilo.
Etiquetas: arte, fake, Francis Bacon, inferno, paradiso, pintura