
Según nos cuenta la propia marca, las fotos, obra de Steven Meisel, tratan de evocar el París de los años 40, aunque a decir verdad, podría tratarse del París de Picasso y Modigliani, del París de los años 20 o de cualquier otro. No obstante, la sesión de fotos se realizó en el Café Figaro de Los Angeles.
Marc Jacobs, director artístico de Louis Vuitton, describe así estas imágenes: "Quería una campaña muy audaz, pero al mismo tiempo sensual y evocadora. Para transmitir todas esas referencias y tanta sofisticación necesitábamos a la artista por excelencia... Y para mí, esa es Madonna."
Lanzado a la caza y captura de la sofisticación, Jacobs olvidó que las “artistas por excelencia” no precisan atrezzo. A diferencia de los espléndidos anuncios protagonizados por Mikhail Gorbachev, Steffi Graf y André Agassi o Keith Richards para la marca, las fotos de Madonna para Vuitton recrean un decorado de cartón piedra bastante estereotipado. El París canalla que retratan Jacobs y Meisel, quizás nunca existió y si lo hizo, poco tiene que ver con la vigoréxica Madonna.
¿Por qué no retratar a Madonna en el vestuario de su gimnasio rodeada de bolsas Vuitton? ¿O desayunando cereales con sus vástagos? O mejor aun, ¿Por qué no mostrarla tal cual es? Una espléndida cincuentona repleta de jugosas marcas vitales.

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