
La exposición es también la ocasión perfecta para que, una vez más, críticos y enterados del mundo entero coloquen su discurso acerca de Duchamp y peregrinen en masa hasta la mítica Fountain, convertida en símbolo de la muestra.
Sin embargo, quienes se acerquen hasta la Tate Modern para contemplarla se encontrarán con una réplica. Como siempre que Duchamp entra en escena, nada es lo que parece.
En realidad, la Fountain original desapareció casi inmediatamente después de su exhibición en 1917. De hecho, parece que una vez cumplió con su finalidad artística pudo ir a parar a un basurero o ser devuelta a su función original (obviamente, urinario).

¿Es Duchamp el falsificador de sí mismo? ¿Son nueve réplicas de un ready made perdido, la máxima expresión del ready made o una tomadura de pelo? No creo que a Duchamp, todo esto le preocupara demasiado. De hecho, nada, incluido el propio arte, parecía importarle demasiado: "Me parece que soy un agnóstico en arte. Sucede que no creo en él con todos sus accesorios místicos. Como droga es probable que le sirva a algunas personas, pero como religión no es tan bueno como Dios".
Los amantes de la indiferencia duchampiana pueden disfrutar de ella en “Conversaciones con Marcel Duchamp", el libro que recoge sus conversaciones con Pierre Cabanne.
También hablan de ello en Replica 21, un site mexicano muy, muy interesante.
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